Hay un momento del domingo que seguro te suena familiar: son como las siete de la tarde, el finde se empieza a desvanecer, y aparece esa mezcla rara entre aburrimiento, bajón y ansiedad por la semana que arranca. A mí me pasaba seguido. Hasta que empecé a transformar ese rato en un ritual.

Nada demasiado producido, pero sí muy intencional. Me baño tranquila, sin apuro. Apago las luces fuertes y enciendo lámparas cálidas, velas que perfuman suave, y esa vela aromática que tengo cerca mío siempre. Ya con mi bata puesta, empieza el momento.

Pongo una playlist de jazz suave —una que ya me lleva directo a la calma— y empiezo con mi rutina de cuidado. Me aplico una crema nutritiva en el pelo (porque sí, también es parte de todo esto), y me dedico a mi piel con cariño: limpieza, exfoliación si lo siento necesario, mi serum regulador (que es mi favorito de todos los tiempos) y después mi crema facial de Cerise... que tiene un aroma tan exquisito que ya es parte esencial del ritual.

Sigo con mis manos, mis piernas, los brazos. Me pongo crema en todo el cuerpo, sin apuro, masajeando como si cada parte necesitara un pequeño mimo antes de cerrar el día. Y no, no dura más de una hora. Pero me cambia todo.

Porque esto no se trata solo de piel: es una forma de volver al eje. De conectar conmigo. De cerrar la semana en paz, desde un lugar donde el cuidado es un ritual y no una obligación. Y eso es lo que propongo con cada producto de Cerise: una belleza más conectada, más sensorial, más natural.

Si sentís que los domingos también te bajonean, te invito a que armes tu ritual. No hace falta copiar el mío, solo encontrar ese espacio tuyo donde el cuerpo y la mente bajan revoluciones y todo se acomoda.

 

Nos vemos en el próximo post 🌙
Agus